Los insectos
constituyen una de las principales causas de biodeterioro del material
documental almacenado en las bibliotecas, y los daños provocados por
estos constituyen variables para cada tipo de organismo en dependencia
de sus características específicas.
La celulosa,
polisacárido componente fundamental del papel, es una importante fuente
de carbono utilizada por estos insectos llamados bibliófagos,
precisamente por sus hábitos alimenticios, aunque también pueden
utilizar como fuente nutricia gomas, piel, tela, albúminas u otros
elementos presentes en las encuadernaciones de los libros.
En algunos casos
estos animales no son capaces de degradar directamente el polisacárido y
presentan en el intestino bacterias que, sí son capaces de descomponerlo
o en otros casos se alimentan de celulosa ya descompuesta por hongos
presentes en sus nidos, cuya presencia se ve favorecida por altos
valores de temperatura y humedad.
La polilla es de
los insectos que más se relacionan con los libros, aunque no es de los
más dañinos. Sus adultos que presentan el cuerpo blando con alas,
cubierto de escamas pigmentadas, se alimentan poco, a diferencia de sus
larvas que además de papel pueden ingerir también vegetales y telas.
Las termitas
distribuidas por todo el mundo, poseen más de mil especies que pueden
constituir plagas muy dañinas para los libros como el caso del
Cryptotermes brevis, cuya presencia se advierte por el “polvillo” que
dejan en el objeto invadido, que no es más que su excremento, arrojado
por la boca de las galerías que construyen.
Otros organismos
clasificados como bibliófagos son las tijerillas, o pececillos de plata,
de cuerpo terminado en dos o tres apéndices alargados.
El daño causado
por cada uno de ellos puede ser poco perceptible en el primer caso, pues
su aparto masticador es poco potente. Mientras, en el segundo se nota la
eliminación de lo escrito y algunos agujeros irregulares; en tanto en el
tercero se aprecian hasta perforaciones del papel y alteraciones en las
encuadernaciones, ya que se alimenta también de gomas y colas.
Existen diferentes
metodologías para el control de plagas, pero los especialistas
recomiendan una estrategia preventiva como la mejor variante, la cual
requiere del estudio de los insectos, el conocimiento de sus hábitats y
la adopción de un régimen disciplinario apropiado en estas
instituciones.
Es importante
poner de manifiesto que antes de proceder a la restauración, es
necesario realizar un proceso biocida respetuoso con las obras de arte y
que pueda garantizar la destrucción de los xilófagos, larvas y huevos,
sin dañar las piezas.
En este sentido es
de destacar que, para la restauración del patrimonio cultural, CCI viene
desarrollando desde el año 1967, bajo la certificación AENOR, cámaras de
anoxia totalmente respetuosas con las obras de arte, para la eliminación
de insectos xilófagos mediante atmósferas inertes con climas
controlados. A este respecto es de destacar que CCI ha desarrollado este
tipo de cámaras para entidades de la máxima relevancia tales como el
Museo de América, Museo del Traje, Arzobispado de Oviedo, Museu Nacional
d’Art de Catalunya (MNAC), etc.
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