Los recubrimientos anticorrosivos mediante electrodeposición metálica
representan una técnica de control de calidad muy eficaz para aumentar
la resistencia contra la corrosión de las aleaciones metálicas expuestas
a ambientes químicamente activos. Entre ellos, podemos destacar el
cromado.
El cromado es un recubrimiento electrolítico anticorrosivo, en virtud
del cual se deposita una fina capa de cromo metálico sobre los objetos
que se desean proteger.
El proceso electrolítico se lleva a cabo en un baño galvánico en el cual
contiene ácido crómico disuelto en agua, en una proporción de 300 gramos
por litro, junto con 2 gramos por litro de ácido sulfúrico como
acidulante para favorecer el proceso químico de ionización
electrolítica.
Para generar el par galvánico necesario para la electrodeposición, se
emplea como ánodo un electrodo de plomo o grafito y como cátodo la
propia pieza sobre la que se deposita el ion cromo, formando una capa de
metal adherida al sustrato.
El cromo se utiliza principalmente en metalurgia para aportar
resistencia a la corrosión, además de un acabado brillante.
El cromo también juega un papel anticorrosivo importante en el caso de
aleaciones tales como el acero inoxidable, el cual contiene un
porcentaje de cromo comprendido entre un 5% y un 12 %.
Para evaluar el potencial de resistencia a la corrosión de los
recubrimientos metálicos se emplean las cámaras de ensayos acelerados de
laboratorio, en las cuales se pueden recrear todas las condiciones
ambientales posibles.
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