Las esculturas de bronce situadas a la intemperie, especialmente las
sometidas a clima contaminado urbano o las ubicadas en las proximidades
costeras expuestas a ambientes saturados de niebla salina marina, que
suelen ser la mayoría de ellas, a largo plazo siempre se suelen ver
afectadas por fenómenos de corrosión de mayor o menor cuantía
dependiendo del grado de protección inicial.
La afectación del bronce, en estos casos, aparece en forma de diversas
manchas de morfología variable, indicativas de indicios de corrosión.
En estos casos, los departamentos responsables del mantenimiento del
patrimonio artístico suelen asignar partidas presupuestarias para su
correcta conservación.
En los programas de mantenimiento periódico se explica que el
tratamiento de protección que reciben las esculturas de bronce al final
de la restauración consisten en la aplicación de diversas manos de un
barniz protector compuesto por resinas acrílicas con aditivos
antioxidantes en disolución con disolventes orgánicos. Pese a sus
"excelentes" propiedades de resistencia, a partir de los cinco o seis
años comienza a perder su eficacia, cogiendo además una tonalidad
amarillenta.
Sin embargo, las manchas aparecidas en las esculturas suelen tener una
tonalidad verde y azul, signo de que la capa de sacrificio creada por la
capa de protección se ha perdido y el metal ha empezado a reaccionar
frente a la incidencia directa de los agentes atmosféricos y la
contaminación ambiental.
El tratamiento suele consistir en:
Limpieza química de la escultura, retirando la protección mediante
disolventes.
Tratamiento de inhibición de cloruros en el bronce con citrato amónico.
Barnizado final mediante varias capas de resina acrílica incolora.
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