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Se define como corrosión subacuática, o corrosión submarina, al efecto
de la desintegración de los metales como consecuencia de su contacto,
permanente o temporal, con el agua de mar.
La inmersión puede ser:
Inmersión permanente:
Obra viva de los buques, estructuras sumergidas de puentes e
instalaciones diversas (estaciones petrolíferas, parques eólicos
marinos), pecios, restos arqueológicos submarinos, etc.
Inmersión alternativa:
Anclas de los buques operativos, estructuras afectadas por el oleaje,
buques y armamento militar, industria pesquera, etc.
En contra de lo que en un principio se podría pensar, el efecto
corrosivo de los metales es muy superior en el caso de la corrosión
alternativa que en el caso de la inmersión permanente, debido a que en
el primer caso se producen fenómenos REDOX derivados de la alternancia
de periodos de secado, variaciones de la presencia de oxígeno,
temperatura cambiante, condensación acuosa, etc., los cuales aceleran el
proceso de deterioro. Dicho en otras palabras, y por poner un ejemplo,
en condiciones semejantes, se corroerá más el ancla de un barco
operativo que la de un barco hundido. Este planteamiento justifica el
hecho de que, en la actualidad, las antiguas normas de ensayos relativas
a pruebas constantes bajo atmósfera salina se están quedando obsoletas
en favor de las nuevas normas de ensayos cíclicos climosalinos.
Para determinar el grado de resistencia de los metales frente a la
inmersión alternativa en el agua salada del mar, se utilizan las cámaras
de ensayos de corrosión por inmersión cíclica o cámaras climosalinas.
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