En la investigación médica son conocidos popularmente los denominados
“conejillos de indias”; animales en los cuales se experimentan los
efectos de determinadas enfermedades del hombre, sus tratamientos
farmacológicos y sus efectos secundarios. La clave se encuentra en
seleccionar animales cuyo mapa genético sea lo más parecido al de los
seres humanos y cuyo periodo de vida sea el más corto posible con el fin
de poder obtener resultados en cortos espacios de tiempo.
Bajo estas claves, parece que una determinada especie de mosca puede
cumplir con creces dichas premisas.
La mosca Drosophila, más exactamente Drosophila melanogaster, también
llamada mosca del vinagre o mosca de la fruta, es una especie de díptero
braquícero de la familia Drosophilidae. Recibe este nombre debido a que
se encuentra normalmente en frutas en proceso de fermentación, tales
como las manzanas, plátanos, uvas, etc.
Este insecto fue adoptado como animal de experimentación genética por
Thomas Morgan a principios del siglo XX. Sus 165 Mb de genoma (1 Mb= 1
millón de pares de bases) fueron publicados en marzo 2000 gracias al
consorcio público y la compañía Celera Genomies, encontrándose que
alberga alrededor de 13.600 genes.
Se trata de una especie de mosca utilizada frecuentemente en
experimentación genética, debido a que posee un reducido número de
cromosomas (4 pares), breve ciclo de vida (15-21 días) y aproximadamente
el 61% de los genes de enfermedades humanas que se conocen tiene una
contrapartida identificable en el genoma de las moscas de la fruta, y el
50% de las secuencias proteínicas de la mosca tiene análogos en los
mamíferos.
De ahí que, para propósitos de investigación, fácilmente pueden
reemplazar a los seres humanos. Se reproducen rápidamente y presentan
diferentes etapas de desarrollo (huevo, tres estadios larvales, pupa e
imago) las cuales pueden ser expuestas a diferentes fármacos, de modo
que se pueden estudiar muchas generaciones en un corto espacio de tiempo
y observar sus alteraciones.
En la actualidad ya se conoce el mapa completo de su genoma, lo cual la
ha ce idónea como herramienta para evaluar el daño ocasionado por
agentes extraños en poco tiempo y a bajo costo. Es por ello que hasta la
NASA está investigando colonias de moscas en la Estación Espacial
Internacional, para estudiar posibles enfermedades de los astronautas en
situaciones de ingravidez a largo plazo.
La prueba se basa en experimentar con las larvas de tercer estadio, bajo
condiciones climáticas controladas, por vía de la ingestión del
medicamento a probar, de manera que la actividad tóxica de éste
interfiera con los procesos de regulación de la fase de metamorfosis
(pupa) del organismo, tratando de encontrar posibles alteraciones en la
fase adulta.
A escala de laboratorio se puede experimentar el comportamiento de estos
insectos, mediante la utilización de las cámaras climáticas de
crecimiento controlado como la que muestra en la imagen adjunta.
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