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El conocimiento del clima del pasado es, tanto más incierto cuanto más
se retrocede en el tiempo. Esta faceta de la climatología se llama
paleoclimatología y se basa en los registros fósiles, los sedimentos, la
dendrocronología (estudio de los anillos anuales de crecimiento de los
árboles), las marcas de los glaciares y las burbujas ocluidas en los
hielos polares. De todo ello los científicos están sacando una visión
cada vez más ajustada de los mecanismos reguladores del sistema
climático.
Bastaría comprobar, por ejemplo, el límite norte del cultivo del olivo
en la Península Ibérica, por ejemplo, para darnos cuenta de que los
cambios climáticos se producen, a nivel local o regional, a un ritmo
mucho más lento de lo que se piensa.
Así, dicho límite se ha mantenido sin variación apreciable a lo largo de
miles de años; (recordemos que el olivo es un árbol muy longevo,
existiendo ejemplares que tienen cientos y hasta miles de años).
También, la existencia de helechos arborescentes en la zona
intertropical, por ejemplo, nos muestra que el clima de dicha zona en el
continente americano se ha conservado con unos parámetros similares
desde el período carbonífero, hace casi 500 millones de años, en el que
bosques donde abundaban esos helechos arborescentes vinieron a
convertirse en los depósitos de carbón ahora ubicados en latitudes
distintas por la deriva continental explicada por la tectónica de
placas.
Con relación al estudio de la vegetación para definir los climas, Arthur
Newell Strahler le concede mucha importancia a ciertos tipos de plantas
que requieren condiciones especiales en cuanto a la temperatura y la
precipitación y cuyas fronteras climáticas pueden usarse como base para
el estudio de una clasificación climática altamente confiable.
Para conocer cómo evoluciona el clima a lo largo del tiempo geológico
hay que tener en cuenta la influencia de los aspectos capaces de
alterarlo a lo largo de un período más o menos largo. Según la
importancia de los factores externos al propio clima, en cada momento el
sistema climático será más o menos caótico. En cualquier caso, a largo
plazo la previsión se hace imposible, ya que muchos de los forzamientos
externos, por ejemplo la deriva continental, se rigen por sistemas
caóticos o, a los menos, muy difíciles de conocer.
Es de destacar que a escala de laboratorio es posible simular ciclos
climáticos acelerados capaces de reproducir historiales de meteorismo y
fosilización de especímenes, así como también investigar el
comportamiento de las especies animales y vegetales. Para ello se
emplean las cámaras climáticas de ciclados repetitivos.
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